Miles de afectados ni siquiera son conscientes de su condición.
Niños que a los 10 años ingresan a pandillas son parte de la realidad
barranquillera, según un estudio reciente de las universidades del Norte
y del Atlántico. Además, miles de ojos han contemplado dicha verdad.
A diario se habla del deporte y la cultura como agentes salvadores de la infancia y la juventud. Pero
también encontramos que existe una Secretaría de Recreación y Deporte
que carece de verdaderas escuelas de formación y que se dedica a hablar
de una pista atlética que no ha puesto.
Sumemos el hecho de que las palabras biblioteca y librería aún son desconocidas para la mayoría. Miles
de afectados ni siquiera son conscientes de su condición y para
favorecerlos con programas como ‘Universidad al Barrio’ hasta tienen que
ir a buscarlos a sus casas.
Como si fuera poco, gran parte de quienes educan hoy, fueron formados ayer con los baches propios de nuestro vivir. Hay
muchos maestros de escuelas (no es una generalización) arropados por la
mediocridad, a tal punto que no leen ni las caricaturas.
Lo anterior no es el descubrimiento del agua tibia, ni el afán de decir
que nuestra ciudad no florece. Sólo creo que vivimos en un desgastante
círculo vicioso en el que no hay variantes radicales.
Mientras se busque que la mayoría de individuos sean simples máquinas
consumidoras, seguiremos siendo un pueblo con varios hoteles de cinco
estrellas, pero con tugurios dignos de película y vías angostas que
reflejan la estrechez mental de nuestra dirigencia.
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