El 90 por ciento de sus integrantes consume droga. La mayoría están conformadas por menores de edad.
A los 13 años, alias 'Pelusa' manipuló por primera
vez un arma de fuego. La disparaba para 'asustar' a sus enemigos. Y con tan mala
suerte que, en una ocasión, uno de ellos respondió con buena puntería y le
'pegó' dos tiros.
Tiene 17 años. A su hermano le decían de la misma
manera, por su pelo esponjoso. Este sobrenombre le dio vida a 'Los Pelusas', una
pandilla juvenil de la que él y sus dos hermanos -hoy en la cárcel- eran
líderes.
"Salíamos a farrear. Éramos drogadictos y nos gustaba
mucho la marihuana... cuando nos encontrábamos íbamos a los colegios a conocer
niñas", afirma este adolescente, que a los 9 años comenzó a fumar, a los 11 se
tatuó y a los 13 probó la droga. Hoy, es adicto al cigarrillo y al
licor.
Le gustaban los 'bailaos', es decir, darse plomo con
los de 'La 90' o 'La Warner', otras pandillas de Engativá. En esta localidad hay
unas cinco. "Creamos el grupo para cuidarnos a nosotros y a nuestros vecinos",
cuenta.
Más de 1.300 en la ciudad
En Bogotá, según cifras a 2008 del Instituto
para la protección de la Niñez y de la Juventud (Idipron), existen 1.319
pandillas juveniles con cerca de 20.000 integrantes.
La mayoría se dedica a hurto a personas, residencia y
comercio. Portan armas blancas y de fuego. Suelen ser de estratos 1 y 2 y tienen
entre 15 y 20 miembros, en promedio. Muchos, menores de edad.
Están en Fontibón, Ciudad Bolívar, Usme, Bosa,
Engativá, Kennedy y Usaquén, principalmente. En estas dos últimas localidades
hay pandillas conformadas por varios miembros de la familia.
Según Víctor Velásquez, ex jefe de la Unidad Especial
para Adolescentes de Bogotá, el 90 por ciento de quienes las integran son
consumidores. Fuman, sobre todo, marihuana.
"En Kennedy hay una que les quita los útiles
escolares a los estudiantes y les piden diez mil pesos para devolvérselos",
indica. En Usme, cobran cuotas de 20 mil para no robar a los dueños de negocios.
En Ciudad Bolívar, hurtan a tenderos y a vehículos.
"Muchos de sus integrantes son menores de edad
huérfanos, desplazados, sin opciones de estudio", dice el comandante de la
Policía de C. Bolívar, Nelson Arévalo. Allí, dice, ya identificaron a 7
pandillas.
"Los padres abandonan a sus niños y estos buscan
protección en el líder de una pandilla", agrega Claudia J. Sánchez, psicóloga de
la Policía.
Carmen, madre de alias 'Pelusa' vende dulces en la
calle. Es separada. "Se ha vuelto agresivo y me lo amenazaron de muerte", dice.
Ella solo quiere que su hijo estudie. Afirma que ya dejó la
delincuencia.
'Buscan el dinero fácil'
Por qué los jóvenes ingresan a las
pandillas
Por abandono de sus familias, influencia de amigos, diversión, falta de
oportunidades, necesidad de defensa y ganar dinero fácil, dice la psicóloga
Claudia Yaneth Sánchez.
"Incursionan en los delitos para tener poder y reconocimiento ; quieren
infundir respeto, sembrando miedo", agrega la psicóloga jurídica Ana María
Guerrero. No estudian, suelen ser agresivos y tener baja autoestima. Los
pandilleros tienen su propio lenguaje y forma de vestir. Usan tatuajes, pearcing
y manillas y para ingresar a la pandilla cumplen retos casi siempre delictivos.
"Nosotras cargábamos las armas"
Hija de padres separados. A los 15 años entró a 'Los Cobra', una
pandilla de Ciudad Bolívar. Allí duró 10 años. Chupaba pegante y metía
marihuana. Delinquía.
"La mayoría éramos jóvenes. Robábamos para consumir droga... Quedé embarazada
a los 18 y me fui a vivir con el papá de mi hijo, pero él me pegaba, me
apuñalaba...".
"Éramos como 40. Hoy la mitad están muertos y los demás, en la cárcel. Yo me
prestaba para cargar armas. Había mucho vicio y atracábamos en buses y
supermercados... Nos tenían respeto", cuenta una joven ex pandillera, quien fue
testigo de violaciones, balaceras con otras pandillas y homicidios.
Otra joven, quien fue parte de las barras bravas desde los 11 años (estas se
consideran pandillas cuando sus miembros delinquen y se drogan), llegó a la
indigencia por el vicio. "Empecé con alcohol, marihuana, luego bóxer, perico,
pepas y terminé en el bazuco", relata.
En este grupo, del cual se alejó hace dos años, robaba para comprar una
boleta, consumir droga o ganar respeto; atacaba a los hinchas de otros equipos;
portaba armas blancas. Hoy es madre de familia y quiere terminar su carrera profesional.