Un grupo de pandilleros celebra la ocupación de un territorio enemigo en Medellín. | EFE
La guerra entre pandillas que se disputan el territorio y operan bajo el mando de narcotraficantes y paramilitares se ha desbordado en la ciudad colombiana de Medellín, donde desde enero se contabilizan más de 1.250 homicidios, lo que ha puesto en alerta a todo el país.
Si bien la violencia se venía registrando meses atrás, en las últimas semanas se ha agudizado en las comunas, los barrios más deprimidos ubicados en las laderas que rodean el centro de Medellín, en el noroeste de Colombia.
A 31 de julio, 2.266 personas habían abandonado sus hogares acosados por la violencia, mientras que los asesinatos ascendían a 1.250, sin contar los registrados en agosto, según el portavoz de la alcaldía de Medellín, Jairo Herrán, cuya misión es velar por los derechos humanos en esta ciudad.
En una entrevista, Herrán alertó de que "los homicidios y los desplazamientos intraurbanos tienden significativamente al aumento, mientras crecen los paros de transporte y la extorsión a todos los circuitos económicos de esas comunidades".
El portavoz de la alcaldía subraya que se "ha documentado más de 400 agrupaciones ilegales y de ellas unas 200 están activas, con un total de 5.000 miembros", dijo Herrán.
Se trata -afirmó- de bandas "conformadas por paramilitares que no se desmovilizaron, por ex paramilitares que entraron a programas de reinserción del Gobierno, por nuevos delincuentes y muchachos reclutados", un drama en el que el narcotráfico siempre está detrás.
La droga "arroja utilidades económicas muy importantes que sirven de imán a los jóvenes", manifestó el portavoz, al destacar que "hay cierta continuidad con el pasado" y referirse a las grandes guerras que se libraban hace 20 años, durante el apogeo del Cártel de Medellín, liderado entonces por el capo Pablo Escobar y cuando esta ciudad era la más violenta de América.
Además, hay "suministro de armas, que están entrando al país en el mercado negro y que no son de fabricación casera, sino sofisticadas, armas de combate, explosivos y pistolas".
"La situación es compleja, es un proceso histórico que viene de años atrás, que ha sufrido mutaciones y que ha dado como resultado lo que tenemos hoy día", se lamentó Ferrán.
En términos similares se expresó Elkin Pérez, director de Con-Vivamos, una organización nacida en los años 90 a iniciativa de los vecinos.
Pérez señaló que "los jóvenes son las principales víctimas" porque son reclutados por los grupos ilegales pero también por el Estado a través de un programa con la Policía Cívica para mayores de 18 años.
Con-Vivamos expresó asimismo su preocupación porque "niños, de diez años en adelante, sean vinculados al conflicto, como víctimas y como victimarios".
En palabras de Pérez, el narcotráfico es el "gran elemento de la violencia", que se desató cuando extraditaron a los grandes capos, quienes "imponían el orden social, económico y político" en las comunas.
Con la guerra entre "Valenciano", "Sebastián" y "Los Gaitanistas", los nuevos señores de la guerra, se ha activado el conflicto, confesaron los propios habitantes.
Éstos se disputan "un poder territorial que pasa por la vacuna al transporte (impuesto ilegal), al comercio y hasta a los mismos habitantes para garantizarles la seguridad", según el director de Con-Vivamos.
En Medellín, "hay 52 lugares de confrontación" y la Policía se alía a uno de los bandos, lo que produce "connivencia y corrupción, ya que la propia Policía entrega armas y ayuda en esa lucha", matizó.
"Ese panorama genera un caos a nivel de justicia y organización, una conflictividad permanente alimentada por la pobreza, hacinamiento, problemas de salud, educación y desempleo", según Pérez.
"Medellín es más surrealismo que realidad, un espejismo", manifestó, en alusión a la transformación que vivió esta ciudad en los últimos años y que la llevó a ser considerada una de las más modernas y pujantes de Sudamérica.
Si bien la violencia se venía registrando meses atrás, en las últimas semanas se ha agudizado en las comunas, los barrios más deprimidos ubicados en las laderas que rodean el centro de Medellín, en el noroeste de Colombia.
A 31 de julio, 2.266 personas habían abandonado sus hogares acosados por la violencia, mientras que los asesinatos ascendían a 1.250, sin contar los registrados en agosto, según el portavoz de la alcaldía de Medellín, Jairo Herrán, cuya misión es velar por los derechos humanos en esta ciudad.
El portavoz de la alcaldía subraya que se "ha documentado más de 400 agrupaciones ilegales y de ellas unas 200 están activas, con un total de 5.000 miembros", dijo Herrán.
Se trata -afirmó- de bandas "conformadas por paramilitares que no se desmovilizaron, por ex paramilitares que entraron a programas de reinserción del Gobierno, por nuevos delincuentes y muchachos reclutados", un drama en el que el narcotráfico siempre está detrás.
La droga "arroja utilidades económicas muy importantes que sirven de imán a los jóvenes", manifestó el portavoz, al destacar que "hay cierta continuidad con el pasado" y referirse a las grandes guerras que se libraban hace 20 años, durante el apogeo del Cártel de Medellín, liderado entonces por el capo Pablo Escobar y cuando esta ciudad era la más violenta de América.
Además, hay "suministro de armas, que están entrando al país en el mercado negro y que no son de fabricación casera, sino sofisticadas, armas de combate, explosivos y pistolas".
"La situación es compleja, es un proceso histórico que viene de años atrás, que ha sufrido mutaciones y que ha dado como resultado lo que tenemos hoy día", se lamentó Ferrán.
En términos similares se expresó Elkin Pérez, director de Con-Vivamos, una organización nacida en los años 90 a iniciativa de los vecinos.
Pérez señaló que "los jóvenes son las principales víctimas" porque son reclutados por los grupos ilegales pero también por el Estado a través de un programa con la Policía Cívica para mayores de 18 años.
Con-Vivamos expresó asimismo su preocupación porque "niños, de diez años en adelante, sean vinculados al conflicto, como víctimas y como victimarios".
En palabras de Pérez, el narcotráfico es el "gran elemento de la violencia", que se desató cuando extraditaron a los grandes capos, quienes "imponían el orden social, económico y político" en las comunas.
Con la guerra entre "Valenciano", "Sebastián" y "Los Gaitanistas", los nuevos señores de la guerra, se ha activado el conflicto, confesaron los propios habitantes.
Éstos se disputan "un poder territorial que pasa por la vacuna al transporte (impuesto ilegal), al comercio y hasta a los mismos habitantes para garantizarles la seguridad", según el director de Con-Vivamos.
En Medellín, "hay 52 lugares de confrontación" y la Policía se alía a uno de los bandos, lo que produce "connivencia y corrupción, ya que la propia Policía entrega armas y ayuda en esa lucha", matizó.
"Ese panorama genera un caos a nivel de justicia y organización, una conflictividad permanente alimentada por la pobreza, hacinamiento, problemas de salud, educación y desempleo", según Pérez.
"Medellín es más surrealismo que realidad, un espejismo", manifestó, en alusión a la transformación que vivió esta ciudad en los últimos años y que la llevó a ser considerada una de las más modernas y pujantes de Sudamérica.
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