Fronteras invisibles dividen el atrio de la Catedral Metropolitana María Reina, donde todos los viernes por las noches se reúnen diferentes tribus urbanas y pandillas juveniles que se apoderan de las escaleras y los rincones en las afueras del templo insignia de la religión católica en Barranquilla.
Su presencia genera temor en los visitantes que van a compartir con sus familias, amigos o parejas, no por la apariencia extravagante de estos jóvenes, sino por las riñas que vienen protagonizando, como la ocurrida el pasado 10 de agosto, cuando más de 40 menores se enfrentaron a piedras desde la calle 53 con carrera 46 hasta la esquina de la 50.
En esa ocasión, decenas de transeúntes corrían despavoridos para ponerse a salvo, mientras la Policía Metropolitana perseguía a los pandilleros. En total fueron aprehendidos 30 adolescentes, entre los 13 y 17 años, informó en su momento el comandante de la institución armada, general José Vicente Segura.
Por fortuna esa noche el violento episodio no terminó en tragedia, como sucedió en mayo de 2010, cuando Edward Andrés Castro, de 23 años y estudiante del Sena, fue asesinado a puñal en las escaleras de la iglesia, delante de su esposa y dos amigas. El homicida, Jonathan Hernández Berrío, alumno de la misma institución, trató de escapar por la carrera 45, pero fue capturado por la Policía a dos cuadras de la Catedral.
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